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Etiqueta, ética y métrica en las redes sociales

agosto 15th, 2009 by genisroca

10MTodos percibimos la necesidad de ser solventes en lo digital y de incorporarnos a Internet, un espacio social que en poco tiempo ha tomado tanta fuerza que ya no hay ciudadano de a pie, empresa ni político, ni estrategia ni modelo de negocio, que pueda considerarse al margen de lo que suceda en este nuevo territorio. Y como pasa con todo nuevo territorio, éste también ha tenido sus descubridores y sus pioneros, personas que han explorado antes que el resto el desarrollo y el uso de nuevas herramientas como los blogs o los wikis, y han hecho serias incursiones en la redefinición de conceptos estructurales como la propiedad, la participación o la identidad. Pero también ha aparecido de forma más o menos espontánea un conjunto de normas y convenciones sobre cómo debe ser nuestra conducta en esta Internet social. Lo que está bien y lo que está mal.

Las primeras normas no escritas que percibí se construían alrededor de las herramientas. Por ejemplo hubo bastante dogmatismo alrededor de los blogs, incluso hubo caza de brujas contra los primeros que se atrevieron a poner publicidad en ellos, o decidieron no aceptar comentarios, y aún hoy parece existir una norma no escrita sobre cuál debe ser la frecuencia de publicación de un blog: dicen que escribir poco, como es mi caso, está mal hecho. Lo que está bien y lo que está mal.

Lo que empezaron siendo normas de etiqueta (cita las fuentes, enlaza, acepta comentarios, participa de la conversación…) dió pie a normas de ética (no pongas anuncios, no encubras objetivos comerciales, se transparente…), pero la masificación de los blogs ha hecho que muchas de estas normas no escritas hayan perdido fuerza y ahora tenemos de todo: blogs con publicidad, blogs que no aceptan comentarios, blogs que no tienen ningún criterio de periodicidad, blogs que secretamente están al servicio de una empresa… Cosas que están bien y cosas que están mal.

El boom de las redes sociales ha dado pie a otro paquete de normas no escritas, referido sobre todo a los criterios con los que debes incorporar o no a otras personas en tus distintas redes. ¿Es correcto aceptar en alguna de tus redes alguien a quien no conoces?, y de nuevo rozamos con la etiqueta digital. Me pongo como ejemplo: participo en bastantes actos públicos, a menudo como conferenciante, y en ocasiones tras alguna de mis intervenciones recibo una solicitud de amistad en Facebook de alguno de los asistentes. No le conozco, ni tan siquiera nos han presentado. Sencillamente estaba allí, le gustó (o no) lo que oyó y se me presenta vía Facebook. ¿Debo aceptarlo?. No le conozco, por tanto no debería. Pero no hacerlo me parece sumamente descortés. Haga lo que haga incumpliré alguna norma no escrita sobre lo que está bien y lo que está mal.

Últimamente he seguido con interés ciertas opiniones sobre los followers en Twitter. Me ha sorprendido descubrir un cierto consenso en considerar descortés no seguir a quién te está siguiendo. Si esto es así soy un maleducado ya que en Twitter tengo más de 1.300 followers pero yo sólo sigo a unos 140. Miraré de enmendarme, pero con esto llegamos a un nuevo ingrediente: la métrica. Cuando el dato cuantitativo es un indicador de tu etiqueta social. Las redes sociales han dado un peso excesivo al dato cuantitativo y han contribuido a generar una jerarquía absurda basada en el tamaño: es absolutamente falso inferir que si tienes 1.300 followers en Twitter eres más relevante, interesante, simpático o pertinente que alguien que tenga 85 followers. Y considero igualmente absurdo usar ese dato numérico para inferir si eres una persona bien o mal educada.

Internet es un espacio social, y lo realmente relevante es saber qué tipo de actividad social quieres desarrollar. Cuáles son tus objetivos, cuáles las herramientas más adecuadas, y con quién y para qué quieres relacionarte. Será muy diferente si el uso es particular o empresarial, esporádico o permanente, interesado o desinteresado, con familiares o con compañeros de trabajo, con amigos o con clientes… el camino a seguir está marcado por la suma de estos ingredientes, más tu manera natural de hacer las cosas y un cierto sentido común. Y sobre todo tus objetivos: haces las cosas por algo. Por lo tanto, muchas de las normas no escritas son de difícil aplicación universal, porque afortunadamente en la red confluyen personas con múltiples y distintos intereses. Hay muchas razones para estar en Facebook (y también para no estar): por ejemplo reencontrar antiguos amigos o ampliar el networking profesional. Y lo mismo para Twitter: para estar al día de lo que hacen mis amigos, o para fortalecer mi presencia en los social media. Esas razones son las que tienen que marcar nuestra manera de proceder, y no unas normas no escritas. La única normativa a aplicar debe ser el estricto cumplimiento de la ley.

Joanna Rutkowska, hacker a los 14

noviembre 1st, 2007 by genisroca

Joanna RutkowskaSigo con mi tontería de ir viendo nativos digitales para averiguar si hay algo común que los defina, y llego gracias a Mercè Molist hasta Joanna Rutkowska.

A sus 27 años Joanna está considerada una de las mayores expertas del mundo en malware y se la sitúa entre los cinco hackers más relevantes del mundo. Escribió su primer virus informático a los 14 años y actualmente trabaja para combatirlos desde su propia empresa, Invisible Things.

En agosto de 2006 Rutkowska saltó a los medios por haber demostrado durante las sesiones Black Hat Briefings que era capaz de superar las medidas de seguridad del nuevo Windows Vista. Lo logró inventándose Blue Pill, que consiste en algo así como un hardware virtual absolutamente indetectable para la mayoría de los sistemas operativos. Según ella los fabricantes no están preparados para combatir esta tecnología de virtualización, lo que puede suponer el agosto para los crackers y su malware. Joanna insiste en que los sistemas operativos no pueden seguir basándose en bloques monolíticos con miles de líneas de código llenas de resquicios donde ubicar código no deseado, y que el futuro pasa por sistemas operativos basados en micronúcleos, agregaciones de pequeñas funciones básicas y el resto funcionando en procesos aislados.

Quizá sea bueno aclarar que un hacker no es un pirata, eso es un cracker. Los hackers son personas que se dedican a programar de manera apasionada y creen que es un deber compartir la información y elaborar software libre. Pekka Himanen habla de una ética hacker, «una nueva moral que desafía la ética protestante y el espíritu del capitalismo basados en la laboriosidad diligente, la aceptación de la rutina, el valor del dinero y la preocupación por la cuenta de resultados. Ante esta moral, la ética del trabajo para el hacker se funda en el valor de la creatividad, y consiste en combinar la pasión con la libertad. El dinero deja de ser un valor en sí mismo y el beneficio se cifra en metas como el valor social y el libre acceso, la transparencia y la franqueza«.

Creo que los nativos digitales beben directamente de esta fuente, de esta ética hacker que evita la rutina y apuesta por la transparencia y la creatividad, combinando pasión con libertad y negándose a medir el beneficio sólo bajo parámetros económicos. Pero todo esto tiene un cierto tono frívolo, algo adolescente y casi irreal. Queda por demostrar que este modelo puede ser mayoritario y sostenible a los cuarenta, algo que supongo consideran más que dudoso la mayoría de los actuales directivos de las empresas del IBEX 35.